Serie Pentagrama Criminal: FA

El pasillo alargado y estrecho de los calabozos olía a orines y sudor. Kevin arrugó la nariz y siguió los pasos iracundos del inspector. Uno, al lado de la pared desconchada y sucia. Otro, a escasos centímetros de la hilera casi ininterrumpida de barrotes de metal. El paseo se hizo penoso y largo para Kevin, que caminaba por inercia, abatido y serio. No entendía la obstinación de su superior por el caso ni por los detenidos, tampoco llegaba a entender las graves consecuencias que sus actos inocentes estaban a punto de acarrearle. Sabía que el inspector era un tipo terco, pero lo suponía más objetivo. Estaba claro que aquellos dos no tenían nada que ver con los crímenes. Se detuvieron en la última celda. Los escasos y pequeños ventanucos de los calabozos apenas dejaban pasar una ridícula cantidad de luz. El inspector arrastró la silla de madera y la dispuso frente a la reja mugrienta. Frente a él, dos hombres sentados sobre sendos catres permanecían en una penumbra silenciosa. El policía tomó asiento y se inclinó hacia delante.—Buenos días, señores—dijo con tono templado—, creo que es la segunda visita que reciben hoy—Kevin tragó saliva y bajó los ojos. Su superior continuó: —. Lo siento, pero no traigo buenas noticias. Están ustedes detenidos y acusados del crimen múltiple sucedido en la pasada madrugada. ¿Tienen algo que decir?Kevin dio un paso al frente pero, el inspector se giró y enfrentó su mirada. Las pupilas eran dos ascuas ardiendo. Kevin retrocedió. Por nada del mundo hubiera querido estar dentro de esa celda o ser el objetivo de su superior. En aquel momento incluso se sintió aliviado por asistir a aquel interrogatorio en calidad de público sin voz ni voto.